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Un día varios jugadores apostaron a que Españeta no era capaz de hacer más de 300 toques seguidos. Di Stéfano también se dio cuenta de que dentro de ese gran utillero había un frustrado futbolista. Mario Alberto Kempes solía calentar junto al utillero en los partidos en casa. Y todo el estadio rompía a aplaudir, tal como ha ido haciendo durante tantas y tantas presentaciones. Esta disciplina no solo brilló en Argentina, sino en países como Uruguay, Brasil o Canadá.